Repensar la vida de Ceferino Namuncurá para el presente trabajo me lleva a reflejar en la pintura una síntesis de su proyecto de vida, utilizando símbolos que destacan la intensidad de los sentimientos de un joven como muchos, que vivió como pocos.

 Los símbolos son: las manos con el pan, el camino, las araucarias, el cultrum y el propio Ceferino con su poncho. Juntos representan el sentir y el vivir de Ceferino desde que descubrió al Dios de la vida en su Bautismo y en la Eucaristía. (Manos con el pan). El Dios que se entrega hecho pan, como alimento y fortaleza para los más débiles, el que le dio el estímulo necesario para poder elegir desde muy chico un proyecto personal. El mismo Dios al que había agradecido y pedido entre su gente en las rogativas. Animado por la fortaleza de la fe, se puso en camino, (camino) partió, dejando todo, menos su identidad, porque así se lo había propuesto, las raíces de su pueblo (araucarias y cultrum). Dejar su tierra, la Patagonia para prepararse en tierras lejanas y desconocidas, donde debió superar no pocas dificultades, siempre soñando en volver para servir a su gente. Su vida testimonia que el amor supera toda forma de mal, una vida marcada por el sufrimiento, el servicio y la esperanza. Su camino fue sin duda una lucha constante por cumplir el sueño que se había planteado por amor a los suyos, el sueño que le dio sentido a su vida. Ceferino no puede entenderse sin su Tierra, su etnia, ni su familia. (Poncho) Vestido con el poncho preside el primer plano del cuadro invitándonos también a nosotros y sobre todo a los jóvenes de hoy a encontrarle un sentido a nuestras vidas y jugarnos apasionadamente por ponerlo al servicio de nuestro pueblo.