CEERINO NAMUNCURÁ, HIJO DE DIOS, HERMANO DE TODOS
   
  SANTUARIO DE MARÍA AUXILIADORA - FORTÍN MERCEDES - P. LURO
  San Juan Bosco (1815-1888)
 
La vida de San Juan Bosco se distingue por las oportunas intervenciones de la divina Providencia en su vida y en sus obras, y por la presencia maternal de la Santísima Virgen María.
Juan Melchor Bosco nació en Castelnuovo d´Asti, Italia, el 16 de Agosto de 1815. Su familia era de campesinos pobres. Juan quedó huérfano a los dos años de edad. Lo educó su madre, conocida como Mamá Margarita. Su niñez fue dura, transcurrida en la pobreza y el sacrificio. Desde niño se sintió llamado a consagrar su vida a los jóvenes. Tras superar con ingentes sacrificios y esfuerzos todos los obstáculos, y ordenado sacerdote en Turín, consagró todas las fuerzas de su bien dotada naturaleza y de su infatigable celo sacerdotal a crear obras educativas para la juventud abandonada, a defender la fe del pueblo cristiano con sus escritos y a colaborar en la evangelización de tierras lejanas: el primer trabajo misionero salesiano se llevó a cabo en la Patagonia, tierra soñada por Don Bosco.
Para prolongar este trabajo tan generoso de “portadores del amor de Cristo a los jóvenes” fundó: La Sociedad de San Francisco de Sales (1859); los Salesianos; el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora (1872); las Hermanas Salesianas; y la Asociación de Salesianos Cooperadores: laicos. A estas fundaciones legó, como secreto de buenos resultados, el tesoro de su Sistema Preventivo, fundado en la razón, en la religión y en el amor; este sistema se inspira en una caridad cuyas raíces se nutren del encuentro vivo con Jesucristo en la Eucaristía, de la confianza ilimitada en María Santísima, invocada como Auxiliadora de los cristianos; y de la fidelidad a la Iglesia y a su Magisterio.
Falleció en Turín el 31 de Enero de 1888. El Papa Pío XI lo declaró Santo el 3 de Abril de 1934, solemnidad de la Pascua de resurrección. En el centenario de su muerte (1988) el Papa Juan Pablo II lo proclamó Padre y Maestro de la juventud.
 
Juan Bosco vive: su aliento
se percibe en la tersura
de las frentes, la frescura
de los ojos y el acento
de la voz, y en el contento
de que asiste, guiadora
cada día, cada hora
como luz de la existencia,
la solícita presencia
de María Auxiliadora.
 
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