Dios ama al hombre con amor eterno. La máxima manifestación de ese amor es Cristo encarnado, que realizó la redención de la Humanidad por su misterio pascual (pasión, muerte, resurrección y glorificación). A su vez, Cristo ama a su Iglesia, por la que se entregó generosamente. EL CORAZÓN DE JESÚS es el compendio de todos sus valores redentores y signo humano de su amor divino hacia los hombres. Es el símbolo de ese amor infinito. En consecuencia, hablar del Corazón de Jesús es evocar el amor sin medida de Dios.
Desde la Cruz redentora
el Señor nos dio el perdón,
y para darnos su amor,
todo a la vez, sin medida,
abrió en su pecho una herida
y nos dio su corazón.
Dios pide una respuesta. Hay que evitar las respuestas negativas a ese amor:
el olvido, la rebeldía, la indiferencia, la ingratitud: y dar respuestas positivas: fidelidad, disponibilidad, arrepentimiento, esperanza, compromiso efectivo con las exigencias de su amor que nos apremia.
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